El diario de referencia de la transición y del régimen subsiguiente ha despedido a su fundador y actual presidente de honor por incumplimiento de contrato. La decisión se ha adoptado por unanimidad del consejo de administración, lo que indica que le tenían ganas. Pero, ¿qué clase de incumplimiento puede imputarse al fundador de un rutilante grupo mediático, encarnación de su marca y patriarca de honor de la familia? El despido ha sido tan fulminante que más parece un acto freudiano de asesinato del padre que consecuencia de un desacuerdo contractual. Pero lo cierto es que el vejete, en la linde de los ochenta, tenía añoranza por terminar sus días en el geriátrico donde cultivan su huertico los compinches de generación, los que mandaron en almas y haciendas durante, digamos, cuatro décadas, y ya había reservado plaza en este establecimiento sin comunicarlo a la familia.