
Tako, Eustaquio en la partida de nacimiento, ha muerto. Ha muerto es un tópico de la conversación a esta edad; la grapa verbal que nos mantiene agarrados a la realidad tangible. Si él ha muerto, los demás estamos vivos. La calle está poblada de gente que vive en otro tiempo, de modo que cuando encuentras a uno de los tuyos sientes una espontánea satisfacción. Tako producía este efecto balsámico cuando nos cruzábamos en los paseos matinales de jubilado, cada uno a un destino y los dos a ninguna parte. Mostraba en estos encuentros fugaces el talante animoso, proactivo, diríase que optimista y urgente, sin ser banal ni obsequioso, que le era característico. Envejecer consiste en parecerse cada vez más a uno mismo. La edad hace innecesarios las imposturas y fingimientos que utilizamos para construirnos socialmente y cuando ya no es preciso tanto esfuerzo nos deja reducidos a nuestro carácter esencial. Reconocerlo en ti y en los demás produce una suerte de sosiego.
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Eustaquio Pezonaga Larrea falleció a los 73 años un día no determinado antes del pasado 9 de noviembre en la localidad gaditana de Barbate, debido a una afección cardiaca.
Artículo completo en el ORIGINAL: Sin novedad en el frente